Por alguna causa, que está más allá de mi control, y que por charlas con colegas veo como un tema recurrente, la mente de un técnico está continuamente resolviendo problemas. Donde mire hay un problema que uno debe resolver, quizás solo para alimentar nuestro ego de saber que podemos. Sin embargo, consiente de esta disfunción, entiendo que es importante buscar un espacio, un momento, una actividad en la que no necesitemos pensar en cómo resolver algo, simplemente relajarnos y quizás filosofar de la vida.
Y ese es el sentido de la próxima serie de notas (si, van a ser varias), dejar de reparar radios por un instante para, y sin alejarnos mucho de ellas, repasar un poco los eventos históricos que condujeron a este gran invento de la radio o radiodifusión, de forma relajada, tan si fuera una épica serie de Netflix, desde los primeros pasos hasta su masificación, ¿Te parece?, comencemos.

La radio en sí misma no es un invento concreto como tal sino más bien una serie de materializaciones de experimentos físicos relacionados con el electromagnetismo que se fueron dando en el tiempo y que diversos actores supieron utilizar inteligentemente para llegar a lo que hoy conocemos como radio, así que seguramente la idea surgió en 1837 cuando Samuel F. Morse transmitió por primera vez un telegrama a través de una línea telegráfica, este puede haber sido el evento que desencadenó todo. Lograr hacerlo sin cables puede haber sido un sueño en ese momento, pero luego se transformó en una idea que desató la catarata de inventos llamada radiodifusión. De allí es que se llamó durante mucho tiempo a la radio como “telegrafía sin hilos” (TSH).
Cuando hablamos de radio, el nombre Guglielmo Marconi viene a ocupar un lugar destacado, sin embargo, este logro no fue resultado de una “chispa de genialidad” de un solo creador sino de un proceso al que contribuyeron muchos hombres de ciencia.

En 1873, el físico inglés James Maxwell publica su teoría sobre el electromagnetismo y la hipotética existencia de ondas electromagnéticas. Sin embargo, 15 años tuvieron que pasar para que el físico alemán Heinrich Hertz pudiera demostrar la existencia de tales ondas. La demostración se llevó a cabo con dos elementos esenciales en todo sistema radioeléctrico, un emisor y un receptor. El primero constaba de un generador de oscilaciones de alta frecuencia producidas por descarga de chispas, el segundo, llamado resonador, y alejado varios metros del emisor, constataba la presencia de chispas inducidas demostrando la transmisión de las oscilaciones a través del espacio.


Por su lado, el ruso Alexander Popov introdujo un elemento indispensable, la antena, y Nikola Tesla, quien destacó la importancia de la toma a tierra, aportó las bobinas que llevan su nombre, es decir los transformadores resonadores que permitían multiplicar la frecuencia y siguen siento imprescindible en los circuitos de radio y tv.

Con todo ello, Marconi, inició sus experimentos en 1895 utilizando un carrete de Ruhmkorff y un estallador de bolas similar al de Hertz, pero las señales eran demasiado débiles y solo lograba cubrir cortas distancias. Añadiendo una antena y una toma a tierra logró mejorar sensiblemente los resultados. Así, en 1897, crea en Londres su primera organización comercial, Wireless Telegraph Trading Signal Ltd. Que posteriormente pasaría a llamarse la Marconi Wireless Telegraph Company, dedicada a la fabricación de equipos de telegrafía sin hilos para barcos y faros.


En 1900 instala una estación en Needless, en la isla de Wight, desde donde establece comunicación con Bournemounth, a unos 23 Km. Después de realizar diversas pruebas con navíos en ruta, consigue su primer contacto entre Francia e Inglaterra, cubriendo una distancia de 50Km. Utilizando como base las experiencias de Lodge y Tesla, consigue la histórica patente N°7777 relativa a la sintonización de estaciones emisoras y receptoras, lo que suponía un gran avance.
Utilizando esta innovación, el día 12 de diciembre de 1901, a las 12:30hs local, logra recibir en Saint Johns de Terranova las señales emitidas por la estación de Poldhu, desde la costa de Cornualles. Se trataba de tres débiles sonidos correspondientes a los tres puntos de la letra S, en código Morse, transmitidos en aquella ocasión por el propio Fleming. Por primera vez, un mensaje inteligente cruzaba el Atlántico en forma de onda electromagnéticas. Siete años después, en 1908, Marconi establecería el primer servicio comercial transatlántico de telegrafía sin hilos.

Una vez confirmadas las posibilidades de las comunicaciones inalámbricas, Marconi pretendió establecer un monopolio de la telegrafía sin hilos, sin embargo, la aparición de empresas competidoras no se hizo esperar. El profesor Ferdinand Braun hacía años que venía experimentando con la telegrafía sin hilos con notable éxito en Alemania. Gracias a su experiencia y al impulso propiciado por el Káiser Guillermo II, se constituyó la empresa Telefunken en 1903 que alcanzaría un importante desarrollo poco después.


Con su aparición, la competencia empresarial se había hecho tan salvaje, que un sistema concebido para comunicarse llegó a utilizarse para no entenderse… Marconi prohibió a sus telegrafistas que establecieran contacto con estaciones ajenas a la compañía. Esta práctica creó grandes tensiones y durante un tiempo una continua fuente de conflictos, alguno de los cuales merece ser recordado.
En 1905 el Káiser Guillermo II realizaba su viaje en el vapor Hamburg, equipado, por supuesto, con una estación Telefunken. Antes de abandonar las aguas jurisdiccionales alemanas quiso enviar un despacho a su esposa, que le esperaba en Sicilia. Cuando el telegrafista de la isla alemana de Borkum, equipada con una estación Marconi, recibió el indicativo Telefunken del Hamburg, se negó a admitir el radiograma, cumpliendo con la norma de la empresa. El Káiser, ofuscado, dispuso la inmediata clausura de la estación de Borkum.
La situación habría alcanzado máxima tensión. Tanto es así que cuando los telegrafistas de la compañía Marconi escuchaban el intercambio de despacho entre otras compañías, ponían sus equipos de chispa en emisión continua con la intensión de interferir el tráfico. A esta práctica se la llamaba en la jerga como “to drop a book on the key” o sea “poner un libro sobre el manipulador”.
Tratando de allanar estos problemas se convocó en Berlín la Conferencia Internacional de telegrafía sin hilos del año 1906 en la que se intentó que el tráfico entre buques y costeras fuera siempre aceptado independientemente del sistema utilizado por cada uno: Marconi, Telefunken, De Forest, Lodge-Muirhead, etc. Lamentablemente el acuerdo no fue posible debido a la tajante posición de Marconi. Sin embargo, un desastre marítimo sin precedentes, el naufragio del Titanic en abril de 1912, en el que quedó demostrado que los operadores de radio en costa hicieron caso omiso a los mensajes de ayuda pedidos desde el barco por las diferencias de sistemas, produjo tal conmoción mundial que exigió a los poderes públicos una normativa que hiciera obligatoria la admisión inexcusable del tráfico cualquiera sea el sistema. Esto se logró en la Conferencia de Londres de 1912.


Con el paso del tiempo se comprobó que las emisoras de chispa planteaban numerosos problemas ya que, si, por una parte, dificultaban la operación simultanea de otras estaciones debido al amplio espectro de frecuencias que ocupaban, por otra, la recepción resultaba enormemente difícil debido a los estáticos que a menudo se confundían con las mismas señales. Por esta razón, los equipos de chispa fueron dejando paso a los emisores de ondas sostenidas. El emisor de arco del danés Valdemar Poulsen y el alternador de alta frecuencia del sueco Alexanderson resultaban más seguros y más eficaces.
La primera estación de arco de cierta importancia fue establecida en Clifden, Escocia, en el año 1908. Con ella y la situada en Glace Bay, Nueva Escocia, comenzó el primer servicio transatlántico día y noche.
En general, las potentes estaciones terrestres usaban preferentemente los grandes y voluminosos alternadores, mientras que las emisoras de arco, más pequeñas, eran comunes en los buques.
Los primeros, los alternadores, generan una frecuencia inicial baja que se multiplica en fases sucesivas hasta alcanzar valores susceptibles de ser radiados, siempre en onda muy largas (frecuencias muy bajas). Mientras que los generadores de arco se fundamentan en la capacidad del arco voltaico para producir oscilaciones cuando sus electrodos se conectan a través de un circuito oscilante, bobina y condensador, dentro de un campo magnético y una atmosfera de hidrógeno
Todo aquel esfuerzo realizado por ingenieros, experimentadores y técnicos en los últimos años del siglo XIX y principios del XX había estado encaminado a la emisión y recepción de despachos y radio telegramas. Es decir, al intercambio de mensajes punto a punto entre lugares distantes del mismo continente, al otro lado del atlántico, con las colonias, con los barcos, etc.
Realmente, dado que ni el código Morse ni el contenido de los radio telegramas despertaba interés en el gran público, la existencia de equipos receptores privados representaba una auténtica rareza. Sólo algunas personas fascinadas por el “milagro” de radio telegrafía se hacían con la escasa información para construir sus propios equipos receptores y así nacieron los Radioaficionados.

Por lo tanto, estaba claro que los puntos y rayas de la radio telegrafía, aun siendo suficiente para intercambiar mensajes, no permitía la transmisión de sonidos ni en la forma de palabras ni en la forma de música. Fue entonces cuando la invención de la lámpara triodo por Lee De Forest en 1906, y su aplicación como osciladora, amplificadora y moduladora, la que abrió un horizonte al desarrollo de la radiotelefonía.

Se admite hoy que la primera estación que logró difundir un programa de radiotelefonía fue la instalada por Reginald A. Fessenden en Brant Park, Massachusetts, el 24 de diciembre de 1906. Al parecer pretendiendo sorprender a los radio telegrafistas de los barcos, Fessenden realizó una emisión que incluía un villancico cantado por una voz femenina, un solo de violín, que el mismo ejecutó y una invitación a sus oyentes para que le informaran la calidad de la audición. La estación utilizaba un alternador de Alexanderson de 1 KW emitiendo en 44Khz.
Lee De Forest, en 1910, transmitió una sesión de ópera desde el Metropolitan de New York con las voces de Caruso y Dustin.
A partir de esas fechas las pruebas de fonía se multiplicaban en todos los países. En Madrid los primeros ensayos fueron en 1912, en Londres el 28 de mayo de 1914 y en París, los oficiales de la marina francés Olin y Jean también hacían pruebas cubriendo hasta 200km. Mientras tanto, en Berlín, las pruebas con programas musicales se hacían usando frecuencias de 18Khz (16000 metros de longitud de onda).
Ya en plena primera guerra mundial, la voz humana cruzaba el atlántico entre Arlington, Virginia y la Torre Eiffel, se cubrían así los 6000km de distancia.

Conclusiones:
En esta historia hay etapas de avances tecnológicos bien definidas, desde la idea teórica a la concreción de las primeras transmisiones con dispositivos que bien se podrían catalogar como mecánicos en vez de electrónicos, tal y como hoy lo concebimos. Desde simples pitidos como puntos y rayas hasta la transmisión de la voz humana.
Los egos y luchas de poder no están exentos de la misma porque la mente humana, capaz de crear semejante genialidad también es propensa caer en sus miserias. Es una historia de héroes, pero también de villanos. De grandes festejos y enormes tragedias.
Europa era sin duda el Silicon Valley del momento, el centro de la innovación mundial, los mejores físicos, ingenieros y técnicos y, un gran espíritu emprendedor de su pueblo, eran el catalizador ideal para que los inventos fluyan. América esperaba su oportunidad, que llegará más adelante.
La radio era una apuesta arriesgada, de unos pocos valientes que se jugaban toda su fortuna por un sueño difícil de entender para la mente común y que parecía ciencia ficción.
El premio a tanto esfuerzo hoy parece exiguo, la recepción parcial de un radiograma, la escucha ocasional de una emisora militar, las señales horarias de la Torre Eiffel, la primera comunicación entre ambos lados del atlántico… Pero eran apasionantes. Mientras tanto, el radioaficionado solo con entusiasmo y sus propias manos lograba recrear, en su propia versión, aparatos sencillos con los que lograba emular los grandes equipos.
Pero la radio, la radiodifusión, aún no había nacido.
Enlaces:
https://es.wikipedia.org/wiki/Guglielmo_Marconi
https://es.wikipedia.org/wiki/Carl_Ferdinand_Braun
https://es.wikipedia.org/wiki/RMS_Titanic
https://en.m.wikipedia.org/wiki/Goldschmidt_alternator
https://es.wikipedia.org/wiki/Lee_De_Forest
https://www.toureiffel.paris/es/noticias/130-anos/como-salvo-la-radio-la-torre
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6 mayo, 2025 at 04:38
Excelente y muy documentado artículo sobre apasionantes inicios de la radio como es habitual en el maestro Lucas.
6 mayo, 2025 at 08:17
Muchas gracias Enrique, la saga continua así que a no perderse los próximos capítulos 😉